Cuando corro, hay una fracción de milèsimas de segundo que mi cuerpo no toca el suelo, literalmente estoy volando, es un breve espacio, un tiempo minúsculo, pero que acumulado con el rato que corres puede llegar a ser unos breves minutos. En esos instantes me siento poderoso, liviano, fuera de las ataduras de este mundo, me siento un pequeño dios dentro de mi reino. Un instante en el que todo es posible, en el que no hay límites ni barreras, ni frontera, ni mundos, sólo estoy yo volando.
Cuando camino, mientras he corrido, o durante la carrera para coger aliento, me siento débil, como si todo se pudiera tambalear, como si de un momento a otro el mundo fuera una mera ilusión, el jadeo continuo de mi respiración , hace que mis pulmones noten un leve dolor, y sabes que todo puede fallar, te sientes humano.
Estirado sin hacer nada, cuando la pereza te vence, cuando el desánimo te ha derrotado, la vagancia es tu sino, es cuando te sientes un monstruo, un ser que sólo aspira a vivir y a seguir viviendo, medio dormitando medio despierto.
Y cuando no, soy yo mismo.
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